La dalia negra


La dalia negra teje una historia de obsesiones, amor, corrupción, avaricia y depravación alrededor dela verdadera historia del brutal asesinato de una actriz novata que conmovió a todo Estados Unidos en 1947 y que aún permanece sin resolver. en el film se retrata a Betty Short en el apogeo de la Los Angeles de la posguerra. Políticos corruptos manipulan a polícias que a su vez ayudan a mafiosos para que financien sórdidas producciones de cine que se aprovechan de jóvenes deseosas de encontrar su sitio en este mundo de fantasía.

Entran en escena dos polícias exboxeadores, Lee Branchart (Aaron Eckhart) y Dwight 'Bucky' Bleichert (Josh Hartnett), que representan la imagen de la polícia de Los Angeles de los años cuarenta. El primer caso de asesinato de la pareja empieza con una llamada de su supervisor, el detective Millard (Mike Starr), justo después de un tiroteo, encargándoles la investigación de la muerte de la ambiciosa Betty Short (Mia Kirshner).

Branchart y Bleichert, al igual que el resto de la población de la ciudad, se ven arrastrado spor el escabroso asesinato de la Dalia Negra. Mientras la creciente preocupación Branchart por la investigación pone ne peligro su relación con su novia Kay Lane (Scarlett Johansson), su compañero Bleichert se siente atraído por la enigmática Madeleine Linscott (Hilary Swank), perteneciente a una de las más destacadas familias de la ciudad y que por casualidad tiene un viculo -y parecido- sospechoso con la víctima.

Blanchart se obsesiona con el caso viendo en Betty la oportunidad de redimirse delante de las otras mujeres a las que ha fallado en su vida.

Bleichert también empieza aponer en duda sus sentimientos hacia dos mujeres muy distintas: la aparente inocente Kay y la seductora Madeleine, cuya transtornada madre - Ramona (Fiona Shaw) - resulta poseer más de una pista sobre el misterioso caso.

No había leído el libro ('La dalia negra' - James Elroy) así sólo iba condicionada por lo que había leído en el periódico sobre su estreno. Me gustó pero me costó de entender, y aún hay laguna cosa que se me escapa. De acción lenta, te vas metiendo poco a poco en el argumento, con una primera presentación de los personajes principales, dos polícias, al principio, más rivales que amigos que en el desarrollo de su carrera llegan a ser inseparables. Casi se ha de esperar al final para que todas las piezas esparcidas a lo largo de la película poco a poco vayan encajando dando paso a, par mí, un sorprendente final y muchas preguntas en la cabeza. Recomendable para aquellos que quieren pensar después de la película, no tanto por el mensaje sino para acabar de entenderla. Abtenerse los que quieran relajarse con esta película

Pongamos que hablo de Quevedo


Hace ya unas tres semanas que voy cada martes a un curso de escritura creativa en un centro cívico de mi ciudad, hasta ahí todo correcto. En este curso tratamos diferentes formas de crear textos, hacemos ejercicios en clase y algúnos los hacemos en casa y ahi es donde viene el problema, de los deberes... ¿os acordais del papel en blanco? pues así estoy yo ahora, delante de un papel en blanco con los deberes por hacer y sin saber por donde empezar y es que esta semana los deberes se los traen, tengo que escribir nada más o nada menos que un soneto, si, sí habeis leído bien, eso que tiene dos cuartetos y dos tercetos, con la rima esa consonante ABBA BAAB CDE CDE o cualquiera de sus múltiples variantes... o sea esta semana debo convertirme en Quevedo para rememorar mis años mozos en lo que el profesor nos lo ponía como examen, como podeis haber deducido eso de escribir sonetos no ha sido mi fuerte; me vienen miles de historias, ideas para las que tengo en marcha pero ni tan siquiera un pensamiento para ese soneto que me va a costar sangre, sudor y letras... Se admiten sugerencias...

Cuentos para pensar


Tras llevarnos de la mano por los senderos mágicos de los cuentos ancestrales  en ’Déjame que te cuente...’ , Jorge Bucay nos ofrece ahora estas historias, fruto de su propia inventiva. Su objetivo es crear un vínculo con el lector en el que le cuento se convierta en un lazo único con el escritor. Bucay, ante todo, hace una apología de la solidez y la fiabilidad de la indiscutible mirada del sentido común.

Nunca me han gustado los libros denominados de ’autoayuda’, pienso que un libro no puede ofrecernos las claves para ser feliz, para ver las cosas con más optimismo o simplemente recordarnos lo importante que es reír. Según la mayoría de las librerias los libros de Jorge Bucat entran dentro de la categoria de ’autoayuda’ aunque yo no los considere de este estilo, o simplemente es que yo directamente los ubico en otro lado que me interesa más. Sus cuentos los leo como lo que son, cuentos que en su gran mayoría contienen una fábula o enseñanza tal como se presentaban los antiguos cuentos sacados de la tradición oral. De Jorge Bucay he leído ’Déjame que te cuente’ y este ’Cuentos para pensar’, los dos volumenes regalados, con esto quiero decir que no hubieran sido mis primeras elecciones en el caso de tener varios libros entre los que escoger, eso no implica que no me gusten, es más algunos de los que he leído en este volumen me han impresionado, otros después de leerlos han pasado al olvido y otros, como este que pongo más abajo, simplemente me ha encantado. Es un libro fácil de leer y, depende de la edición, tiene un cd con algunos cuentos leídos por el mismo autor (algún día os pondré alguno). Muy recomendable.

Ceremonía del té

Te encuentro… 

Te escucho… 

Te hablo… 

Te abrazo… 

Te beso… 

Te tengo… 

Te aprieto… 

Te atrapo 

Te absorbo… 

Te asfixio… 

¿Te quiero?...

Texto: Jorge Bucay / Ilustración: Alejandra Abigador

Me hubiera gustado estar allí...


Como Pedro por su casa y Paul por la de Pedro. Así se comportaron anoche, en el Teatro Jovellanos, mister Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el señor de las Artes de este año. Ante fondo encendidamente rojo y frente a más de mil admiradores/as, desnudaron secretos creativos y alumbramientos literarios. Y tanto coincidieron en materia gris y forma de trabajo que acabaron poniendo parentesco al encuentro. «Somos como primos», dijo Auster a la primera concurrencia de procedimientos. Y como parientes quedaron el resto de la larga velada, que comenzaba bien pasada la hora prevista (20.30 horas) y ponía en el escenario a los protagonistas a punto de cumplirse las nueve de la noche.

Antes de su ovacionada aparición, Jorge Herralde, el editor de ambos, de la única novela de Almodóvar 'Patty Diphusa' (mil veces reeditada y traducida a 34 idiomas) y de todas las de Auster, hacía recorrido exhaustivo por las apoteósicas carreras de quienes serían sus contertulios en un pretendido salón doméstico. Mientras pasaba sus páginas y ofrecía sus datos, silencio total en el patio de butacas. Emoción y palmas preparadas nada más anunciar la entrada de los esperadísimos invitados. Aplausos intensos al quedar sus figuras unidas en la boca del escenario. Primero reverencias. Más pronunciada la de Almodóvar, algo contenida la de su colega de premio, que parecía tirar del de Calzada de Calatrava para evitar devoción a un público que aún no conocía.

Acompañados por los aplausos toman asiento. «Voy a fingir ser un moderador», espeta Herralde, después de advertir que se sentía incapaz de moderar de algún modo a Almodóvar. En el primer intento se dirige al cineasta para preguntarle por un proyecto que tiene aparcado y, según contestó, aparcado seguirá. En el segundo, mira al novelista y no hay literatura ni cine en su pregunta. Sólo Sophie, la hija de Auster, que atiende no sin cierta sorpresa el devenir del encuentro. Logra el editor que Auster hable de su hija, de cómo canta y de cómo actúa y del poco caso que le hace cuando no está bajo los focos. A Almodóvar le gusta el tema e insiste: «¿Es difícil dirigir a tu hija?». «Hombre, es difícil, pero hay una relación profesional, ensayamos mucho, hablamos mucho. En realidad, hacemos lo mismo que hago con el resto de los actores».

No había hecho más que comenzar la noche y Pedro, que dijo tres veces estar a gusto en Oviedo (a la tercera no hubo perdón y sí abucheo), temió que «no funcionara el tripartito», algo que si llegara a ocurrir les obligaría a sacar a Sophie Auster a cantar al escenario, «pero sólo como último recurso». La sentencia obró de revulsivo y, la velada encontró su ritmo con una intensa cuestión planteada por Herralde, que interrogaba a los dos genios por la fórmula mágica para lograr una «transparencia literaria y cinematográfica» en medio de una proliferación de historias, dentro de cada historia. «Paul dijo una vez», contesta Almodóvar, «que soñaba con escribir un libro en el que no se notara que había sido escrito por alguien. Yo también soñaba con eso. Quiero ser claro y transparente, pero me interesan también los elementos herméticos y, efectivamente, quiero que el espectador no los vea, que crea que le cuento un relato sencillo de una manera lineal». Algo, añade, que es sólo pura apariencia. Para explicar cómo convive esa intención con la «inflación de ideas», regresó a la infancia. «Ya me decían en el pueblo que tenía mucha imaginación. Pero la imaginación no es suficiente, puede, convertirse en un adversario, distraerte del verdadero sentido».

Escuchaba atentamente Auster, y aunque la traducción le hacía reaccionar con segundos de distancia a las sentencias de su compañero, anotó todas como propias. «Nos enfrentamos de la misma manera a nuestro trabajo. Cuando yo era joven me perdía en un laberinto de historias. Tuve que obligarme literalmente. Han sido años de lucha para poder conjugar historias. Creo que es interesante hacer un collage entre varias historias que conviven en el tiempo y entre ellas dejar un espacio para respirar que nos da energía y hace emocionante el hecho de leer». Contó más adelante que cada libro es un nuevo mundo. «Como si escribiera el primero, me enfrento a nuevos errores. Pero ahora sé que cuando no puedo acabar ya no estoy perdido. Me relajo y pienso, si he llegado aquí la conciencia de la historia encontrará el camino. ¿Y tu sientes pánico alguna vez?», le pregunta Paul a Pedro. «Sí, claro, pero yo le soy infiel a la historia y cambio. Tengo el escritorio lleno de ideas y si no me funciona una me meto con otra».

Llegado a este punto, un nuevo encuentro de maneras. Ambos confesaron escribir sobre ideas que «necesitan tiempo de cocción, que viven con uno varios años y van creciendo dentro» y luego se transforman y «cambian de sexo, de ideología y de trabajo». Lo decía Almodóvar y asentía Auster. «Me pasa absolutamente lo mismo. Mis libros habitan mi cabeza ocho y diez años. Comienzo a escribir y todo empieza a cambiar». Y de nuevo las coincidencias. Las hay también en la contemporaneidad de sus respectivas obras y en el uso que ambos hacen de todo su entorno vital. «Mis películas son autobiográficas, pero en ninguna cuento mi vida», sentencia Almodóvar, tras escuchar a Auster contar anécdotas de existencia que han llegado a sus libros, con idéntica «mínima intención autobiográfica».

Eran casi las diez de la noche cuando las prometidas preguntas del público asomaron al teatro. La primera, sobre 'Brookling Follies', la última novela de Auster y el «purgatorio de Tom», uno de sus personajes principales, que para su autor no es tal «sino una manera lógica de llegar a su destino». La segunda iba dirigida a Almodóvar. Quería saber Borja González si escribe sus personajes el manchego pensando en actores concretos. «Sólo en tres ocasiones, para Maura, Abril y Penélope». Al autor de 'Leviatán' le pidieron comentario sobre las «fáciles» elecciones lectoras del mundo. Contestó el de Nueva Jersey que «la vida es suficientemente difícil y si un libro da placer, bienvenido sea el libro más fácil». Y un poco de cine, que todo fueron palabras. Natalia Quintanal preguntó por la pasión terminal de 'La ley del deseo' para saber si sus protagonistas hubieran podido sobrevivir al amor. «Quería contar un encuentro altamente combustible. De lo que hablo es del deseo como una fuerza motriz incomparable».
Crónica y foto 'El comercio digital'

Hasta que te encuentre


Narra la historia de Jack Burns. Su madre, Alice, es una tatuadora de Toronto. Su padre, William Burns, un joven organista de Edimburgo adicto a los tatuajes. En 1969, con sólo cuatro años, Jack acompaña a su madre en un viaje por los diferentes puertos del mar del Norte y del Báltico  a la búsqueda del padre de Jack, que abandonó a Alice tras dejarla embarazada. Durante un año, recorren sin resultado alguno los ámbientes más sórdidos de Copenhague, Amsterdam, Oslo, Helsinky y Estocolmo. De vuelta a Toronto, Jack comienza su educación en un colegio donde es el único niño y en el que se inicia sexualmente con una chica mucho mayor que él; esta experiencia, y las que vivirá en diferentes colegios, primero en Canadá y después en Nueva Inglaterra, conformarán de manera indeleble su carácter. Cuando convertido en actor, celebre la obtención de un Oscar en el año 2000, partirá de nuevo hacia Europa, esta vez solo, atraído por el misterio de su desconocido padre.

Estaba impaciente por leer la nueva novela de John Irving y no me ha decepcionado. La historia tiene dos lados bien diferenciados y que no se comprenden el uno sin el otro, por una parte tenemos la historia de Jack durante el viaje con su madre por Europa y su posterior educación y por otro lado el regreso a Europa de un Jack ya adulto que intenta encontrar aquello que sin saberlo ha ido buscando toda su vida, la verdad. Es un libro grande y largo, en algún momento casi llega a hacerse pesado pero creo que todo su conetnido es necesario para poder llegar a entender del todo la historia que nos quiere contar. Otra nueva recomendación para los amantes de este escritor. Abstenerse aquellos que les de miedo los libros de más de quinientas páginas (éste tiene algunas más).

Sin tí...


Si muero,Dejad el balcón abierto.El niño come naranjas.(Desde mi balcón lo veo)El segador siega el trigo.(Desde mi balcón, lo siento).¡Si muero,dejad el balcón abierto!

Así empieza tu recordatorio, sin oraciones, como a ti te hubiera gustado. En la contraportada tu nombre, apellidos, tu fecha de marcha y tu edad. Muchos años según tú, demasiado pocos para mi, en eso nunca pusimos de acuerdo y ahora ya es tarde. Te has marchado rápido, demasiado, y nos has dejado huérfanos de tu compañía. Te fuiste como siempre habías deseado, sin ‘dar demasiado trabajo’ pero nos has dejado hechos polvo, tristes, desubicados, llorosos… Hace días que ya no estabas en casa pero mis ojos miraban cada día en dirección al sillón, tu sillón, apenas recién estrenado, con la esperanza de que ese día sí, ese día por fin estuvieras con tus crucigramas sobre las rodillas y el ceño fruncido pensando en la palabra que se te hacía esquiva, pero no estás, el sillón esta vacío, tú ya no volverás, aunque casi mejor así, es duro decirlo pero más duro hubiera sido vivirlo. Miles de recuerdos vienen y van en mi cabeza, de cuando era pequeña, en el pueblo, los recorridos en bicicleta, los paseos por los campos, los baños en la piscina, ya de más mayor los paseos descubriendo Barcelona los domingos por la mañana después del chocolate caliente, los cumpleaños, santos, aniversarios celebrados juntos pero hay uno de ellos que no se me olvidará jamás, vuestra celebración de boda, aquel día maravilloso en el que tú estuviste bien, feliz junto a los tuyos, donde la foto de familia fue la soñada, la que tengo de fondo de pantalla, porque para ti fue un sueño cumplido poder llegar a celebrarlo pero para mi esa foto y no otra es un sueño en si, y no sabes cuanto me alegro de haber podido hacerla.

Seguro que estarás orgulloso de todo lo que conseguiste, una familia que te quiere, unos amigos que lo hubieran dado todo y sus hijas igual, lo han demostrado en muchos momentos pero otra vez han conseguido superar las expectativas y te puedo asegurar que hemos estado muy, muy acompañados. Esta compañía no puede eliminar el dolor pero ayuda a superarlo. El tiempo lo dejará todo en su lugar pero hay una cosa que no cambiará nunca: Te echaré de menos, yayo.

 
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