Héroe de guerra y agente del servicio de seguridad de la Unión Soviética, Leo Stepánovich Demídov cree ciegamente en la propaganda oficial, que sostiene que su país es el paraíso de la igualdad y la fraternidad sobre la Tierra, una alianza de ciudadanos libres y trabajadores prósperos que merece la pena defender de sus múltiples enemigos con todos los medios imaginables, incluidos la delación, la represión y el castigo severo a los infractores.
Pero el día que lo obligan a espiar a su propia esposa por supuesta traición a la patria, a Demídov comienza a caérsele la venda de los ojos. En efecto, ni sus condecoraciones ni su inmaculada hoja de servicios le sirven para evitar ser degradado y expulsado de Moscú. Obligado a incorporarse a la milicia en una ciudad industrial, se encuentra con el caso de una serie de asesinatos de niños que las autoridades han dado sospechosamente por cerrado.
Con muy poco que perder, y convencido de que un despiadado criminal anda suelto, Demídov se lanza a resolver el misterio por su cuenta, una decisión arriesgada que lo llevará a descubrir el verdadero peligro que se cierne sobre él, una amenaza mucho más temible que su escurridizo objetivo.
Durante la etapa comunista, Rusia no tenía más opinión que una, los rusos no debían, si querían conservar la vida, pensar en otras opiniones, todo lo que decía el estado y sus gobernantes era la verdad. Para cumplir con ese pensamiento único el poder de la guardia gubernamental era inmenso, no se cuestionaba nada de sus actos o acciones, todas estaban justificadas, fueran legales, ilegales, éticas o inmorales, con causa o sin ella.
Leo trabaja para el gobierno, es uno de los que hace que la ley se cumpla. Nunca ha dudado de ello, no tiene motivo, le dan órdenes y él las cumple pero cuando un niño aparece muerto en las vías del tren y el asunto es tapado se empieza a resquebrajar esa fe ciega en su gobierno y sus mandatos. Meses después le ordenan otra vigilancia rutinaria, lo ha hecho miles de veces, nada nuevo sino fuera porque esta vez el objetivo es su propia mujer. Comprende lo frágil que puede llegar a ser un estatus adquirido y como las influencias sobre las personas apropiadas pueden decantar la balanza hacía un lado u otro.
Leo es deportado, podría haber sido peor, de donde le han enviado hay una oportunidad de volver, de los gulags no. Sin nada que perder pretende dejar pasar el tiempo esperando que el perdón le llegue algún día, trabaja con la milicia e intenta pasar desapercibido. No lo consigue y más cuando descubre otro niño asesinado de la misma manera que el que tuvo que tapar en Moscú. Su investigación puede causarle la muerte o la defenestración perpetua.
La historia está llena de momentos tensos, críticos y poco agradables, páginas y páginas sin poder soltar el libro intentando descifrar si la suerte de Leo cambiará algún día, si los niños obtendrán justicia y si todos aquellos que un día dejaron de creer en Leo volverán a hacerlo algún día. Historia de lealtades y traiciones, de monstruos que se crean y no se destruyen, de infancias destruidas por el hambre y la guerra y ese pensamiento único que atrapa y seduce a algunos haciéndoles creer que es la única verdad.
Muy recomendable para los amantes de la Rusia clásica post guerra y en pleno estallido del comunismo y sus consecuencias.