La actriz británica Deborah Kerr, protagonista de clásicos del cine como 'De aquí a la eternidad' y 'El Rey y yo', que padecía Parkinson desde hacía varios años, murió el martes en el condado de Suffolk, en el sureste de Inglaterra.
Una dama sera y fría en brazos de los reyes del celuloide
La actriz escocesa brilló en el celuloide con su mirada elegante y profunda que no le impidió protagonizar tórridas escenas de amor y trabajar en excelentes películas con los mejores directores de Hollywood. Convertida en un icono del glamour del siglo XX, Kerr trabajó a las órdenes de cineastas tan prestigiosos como Fred Zinnemann, John Houston, Joseph L. Mankiewicz y Vincent Minelli, y estuvo en brazos de actores tan famosos como Cary Grant, Burt Lancaster, Robert Mitchum, Spencer Tracy y David Niven.
Nació en la localidad escocesa de Helensburgh (Gran Bretaña) el 30 de septiembre de 1921. Hija de un capitán del Ejército británico, se educó en el Northumberland House de Bristol.
Kerr, que estudió danza y arte dramático en la academia de su tía, Phillis Smale, a los veinte años abandonó el baile y comenzó a trabajar como actriz en una compañía de teatro, participando desde entonces en montajes como 'West End Stage', 'Heartbreak House' y 'Gaslight'. Pero su debut cinematográfico llegó en 1941 con 'Major Barbara', de Gabriel Pascal, con el que recibió el premio revelación por la Motion Picture Herald Fame-Poll. Previamente, había participado en el rodaje de 'Contrabando' (1939) pero su intervención no fue incluida en el montaje final. Hasta 1947 Kerr no debutó en Hollywood con la película 'The Hucksters', de Jack Conway.
En la década de los cincuenta y los sesenta la pantalla la amó y la consagró con los filmes 'Las minas del Rey Salomón' (1950), 'Quo Vadis' (1951), 'El prisionero de Zenda' (1951), 'Julio César' (1953), 'Té y simpatía' (1956), 'Buenos días tristeza' (1958) y 'La noche de la iguana' (1964).
Su elegancia y aires distinguidos la llevaron a interpretar papeles de "dama seria y fría" que se rompió en miles de pedazos ante la miradas de los espectadores que observaban las románticas escenas con Burt Lancaster en 'De aquí a la eternidad' (1953) y su adulterio con Montgomery Clift.
Su trayectoria cinematográfica por 'Edward, mi hijo' (1949), 'De aquí a la eternidad' (1953), 'El Rey y yo' (1956), 'Sólo Dios lo sabe' (1957), 'Mesas separadas' (1959) y 'Tres vidas errantes' (1960) la condujo en seis ocasiones a la candidatura al Oscar como Mejor Actriz, pero en ninguna de ellas se alzó con la estatuilla. Hasta que en 1994 finalmente se lo concedieron por toda su carrera.
En cine, el drama fue el género que más cultivó con excepción de sus incursiones, entre otras, en la comedia, como la cinta 'Página en blanco' (1960).
Además de estos títulos, Kerr pasará a la historia del cine por películas como 'Narciso negro' (1947) y 'Vida y muerte del Coronel Blimp' (1943), de Michael Powell y Emeric Pressburger, y por protagonizar una de las cintas más románticas de los años 50, 'Tú y yo' (1957), de Leo McCarey, donde se enamoraba de Cary Grant a bordo de un crucero transatlántico.
En la década de los setenta, cuando ya era una actriz con muchas tablas, decidió volver a sus orígenes: el teatro, con obras como 'Al día siguiente de la feria', en Londres en 1972. Alternó su actividad teatral con el cine, 'The Assam Garden' (1985), y con el rodaje de películas enlatadas para la televisión: 'A song at twilight' (1981), 'Witness for the prosecution' (1982), 'Ann and Debbie' (1984) y 'Hold the dream' (1986).
Kerr estaba casada con el escritor Peter Viertel desde 1960, y tenía dos hijas (Melanie y Francesca) de su primer matrimonio con Anthony Bartley, del que se divorció en 1959.
Hoy, cuando se ha conocido que falleció hace dos días, en el condado de Suffolk, en el sureste de Inglaterra, el cine le rememora como un de los iconos que nacen para recordar el glamour, la sensualidad y la presencia de seres que son capaces de permanecer en el tiempo.