El joven Arnljótur decide abandonar su casa, a su hermano gemelo autista, a su padre octogenario y los paisajes crepusculares de montañas de lava cubiertas de líquenes. Su madre acaba de tener un accidente y, al borde de la muerte, aún reúne fuerzas para llamarle y darle unos últimos consejos. Un fuerte lazo les une: el invernadero donde ella cultivaba una extraña variedad de rosa: la rosa candida, de ocho pétalos y sin espinas. Fue allí donde una noche, imprevisiblemente, Arnljótur amó a Anna, una amiga de un amigo.
En un país cercano, en un antiguo monasterio, existe una rosaleda legendaria. De camino hacia ese destino, Arnljótur está, sin saberlo, iniciando un viaje en busca de sí mismo, y del amor perdido.
Me enamoré de la portada en cuanto la vi pero han tenido que pasar varios años para que sus palabras me enamoraran como su portada.
Es una historia de crecimiento, de búsqueda de quién somos para saber en que queremos convertirnos, un abandono del hogar para crecer y madurar; descubrir lo que siempre llevábamos dentro y no terminaba de salir.
La historia de un joven que lo deja todo para reformar y hacer revivir un gran jardín de rosas en un país cercano, en un monasterio aislado; un recuerdo a su madre que tanto le gustaban las plantas y una búsqueda interior mucho más allá de un viaje por placer.
Difícil describir en palabras las sensaciones de la palabra escrita en este libro que a pesar de ser narrativa se podría llamar poesía.
Muy recomendable para leer sin prisa, saboreando sus olores, sabores y colores.