Testigo curioso y de mirada aguzada, el autor mezcla su propia historia con la del país.
Con una buena dosis de ironía confronta sus insignificantes preocupaciones de occidental con las dificultades que atraviesan los habitantes de un país pobre bajo el yugo de una dictadura militar.
Tras la aparente tranquilidad de las calles de Rangún despuntan las injusticias y carencias impuestas por la junta militar, los efectos de la censura, las zonas prohibidas, los rumores, la desinformación y el miedo permanente.
A través del relato de Delisle se puede apreciar mejor la realidad de la pequeña comunidad internacional que trabaja para las ONG y las tremendas dificultades que encuentra para llevar a cabo su misión. Un retrato emotivo y comprometido de Birmania.
Aprovechando el verano y que apetece leer algo distinto me llevé a casa esta novela gráfica. En ella nos cuenta desde un punto de vista particular la vida de un extranjero en la cerrada sociedad birmana (no tanto por sus gentes sino más bien por el gobierno que rige con mano dura la vida cotidiana de sus habitantes).
A modo de tiras cómicas, tratando muchos de los temas que le van ocurriendo mientras vive en el país, Delisle además de contarnos su vida va desgranando el país, su situación, su mundo y nos descubre un país algo desconocido para la mayoría del mundo.
Una manera distinta de descubrir a un autor, un país y una manera de vivir.