Chica contemplando los pies
Arístides Maillol es uno de los escultores más destacados y originales de la primera mitad del siglo pasado. Su obra constituye un punto de ruptura que abrirá una de las principales vías de renovación del lenguaje formal de la escultura en el siglo XX, al romper radicalmente con la grandilocuencia y el narrativismo estatutario característicos de finales del diecinueve.
Mediterráneo
Maillol empezó su carrera artística dedicando su talento a la pintura, estudiando en la École des Beaux-Arts pero los estudios le decepcionan y en 1889 descubre a Gaugin que le cautiva, es en 1890 cuando se introduce en el grupo nabí y aumenta su afción y dedicación por los tapices. Una grave infección ocular en 1902 le obliga a abandonar lo que consideraba su forma de expresión propia y donde había obtenido un cierto reconocimiento.
Las estaciones
Se inicia en la escultura con los bajo relieves que le sirven de transición entre el trabajo de superficie de la pintura y el tapiz y el volumétrico de la escultura. Descubre en esta disciplina la facilidad de ejecución y la libertad de invención que le faltaban.
Renuncia a hacer escultura narrativa, es decir, a dotarla de mensaje histórico, literario o religioso. Sus Venus y sus bañistas son sorprendidas en posturas sencillas en las que la perfección de las formas y el extraordinario equilibrio de las proporciones devienen el verdadero tema.
Acción Encadenada
La Acción Encadenada fue su primer encargo público y su modernidad le costó numerosas críticas por ofender el gusto reaccionario de los poderes públicos de la época. Cobra especial importancia el torso femenino, cree que es una forma pura y demuestra que lo único que cuenta es la forma, no el significado, y que la pureza de una línea y de un perfil es eterna.
EL dibujo y las ilustraciones fueron otros de los campos desarrollados por Maillol a lo largo de su carrera.
Con sus esculturas basadas en el torso femenino Maillol imaginó un sinfín de variaciones en tornoa un solo motivo que le llevaron a fundar una nueva estética de la figura humana en el instante mismo en que el arte moderno la estaba aboliendo.
De las 270 obras expuestas en la Pedrera las que más me impresionaron fueron las esculturas, a pesar de ser una masa tallada de bronce tienen vida propia aunque la mayoría de las veces no cuenten nada... cuerpos anónimos, torsos desprovistos de cabeza o cualquier otro elemento que las haga reconocibles se me hicieron familiares al posar mis ojos sobre su verde piel. Parecía que me seguían, que me abrazaban, que comprendían mi silencio... fue una experiencia espectacular, tan sólo comparable a la que tuve delante de algunas de las estatuas de Rodin.
Fotos: www.google.es, El País
Texto: Obra Social de Caixa de Catalunya