Esta mañana he cogido mi carrito de la compra, he paseado por la calle sin prisa, y como me sucede últimamente he llegado al supermercado donde habitualmente realizo mis compras antes de que abrieran sus puertas, antes pensaba que era más bien tonto llegar antes de que subieran la persiana y tener que esperar en la calle como quien espera algo bonito, pero hace semanas que no consigo llegar una vez abierto y me toca esperar junto a toda clase de personajes, el que sólo va a buscar pan (prefiero la panadería), los que parece que no tengan otra cosa que hacer que ir al comprar a las nueve de la mañana (mucha pinta de trabajadores no tienes la verdad, su cara arrugada, sus manos callosas y su pelo blanco los delatan), las que se pelean por ser las primeras en la cola de la pescadería, que casualidades de esta vida ya se forma mientras esperan a que la persiana se levante, y luego están las que, como yo, no tenemos mucho más tiempo para ir y aprovechamos a primera hora para no encontrar tanta gente y terminar con el trámite lo antes posible (las menos ya os lo digo) y mientra esperan comentan si fulanita o menganita se ha ido de vacaciones, si después tiene que ir la médico o a otra fruteria porque lo que venden en el supermercado no les gusta pero el apocalipse llega cuando la persiana empieza a subir, ¿para qué esperar a que termine de subir y así evitar el peligro de darse con ella en la cabeza? así, es verdad, que si no pierden el turno en la pescadería... y como si no hubiera bastantes carros para todas/os se lanzan en plancha a por ellos pasando por encima de quien se les ponga por delante... y lo peor es que yo me divierto viendo estas cosas ¿me estaré volviendo maruja?
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no es que te estés volviendo maruja, es que te estas tomando eso como una gracia..lo ves desde otra perspectiva..la mejor por supuesto
ResponderEliminarun besooo
Esto va por pasos, y tú ya hablas sobre ello, jijijiji
ResponderEliminarXDDDDDD
C'est la vie, jajajajaja ;)
ese es un riesgo al que todas estamos expuestas... qué miedo!jejeje
ResponderEliminarCariño, el día que tú te vuelvas maruja yo me volveré monja.
ResponderEliminar¡El sentido del humor que no falte!