El fin del mundo IV


Pasan varios días sin tener noticias del hombre, nadie ha vuelto a poner los pies en el acantilado menos ella, ha recorrido el lugar donde se instaló para ver si había dejado algún rastro pero no hay nada que indique que hace unas horas alguien estuvo allí. Recupera su rutina, escribe sobre eso, el hombre desconocido, le inventa una historia, motivos para ir hasta allí sólo para pintar el mar, se imagina como es, si tiene familia, si sale con los amigos o es de los que prefiere la soledad y cuando termina lo deja como cada día sobre el montón. La semana llega a su fin y el pintor no ha reaparecido, es el momento de quemar las palabras y de nuevo rompe su rutina, coge las hojas donde escribió sobre el hombre y las guarda en un cajón pero sin leerlas, el resto tal y como ha hecho las otras veces son devoradas por las llamas sin remordimientos.

Una mañana el hombre regresa, lo mismos rituales, los mismos adminículos, una lámina en blanco de nuevo, la misma posición. Se aparta rápidamente de la ventana, le ha parecido que al mirar hacia el faro le hacia una inclinación de cabeza a modo de saludo… ya no mira más y se queda sin salir de nuevo pensando que han sido imaginaciones suyas. Unas horas más tarde se atreve a subir a la linterna, las estrellas casi han tomado el cielo aunque esta noche tienen la competencia de las nubes, del hombre ya ni rastro y deberá esperar tres días más en los que ella escribe sobre él, para que vuelva a aparecer. La misma rutina de siempre y si, hay una ligera inclinación de cabeza hacia el faro. Sabe que está allí y aún así no se acerca, ella tampoco sale. Han de pasar todavía dos semanas para que se atreva a hacerlo cuando él esta pintando. Sale despacio, sin querer hacer ruido, deja la puerta entornada aunque parece cerrada, él levanta la cabeza para mirar el infinito y poder plasmarlo como otras tantas veces, la ve, no parece sorprendido de su presencia y vuelve a fijar sus ojos en la tela, ella tímidamente susurra un “buenos días” y se va en dirección contraria a dar su habitual paseo, cuando regresa ya no hay rastro del pintor.

Los días ahora se diferencian entre los que tienen la visita del pintor y los que no está él en el acantilado. Espera con más ansia que aquel día sea día pintor cuando levanta, ya no le gusta tanto la soledad de su rutina. Ella cambiado, ya no está dolida, ni resentida, ni casi tiene miedo ya…. Se ha acostumbrado a su presencia y sabe que podría acostumbrarse a otras presencias también, no hay suerte, hoy es día no pintor pero en vez de hacer otro día rutinario decide ir al pueblo. Lleva allí casi un año y todavía no lo ha visitado, quizás pueda llegar hasta las afueras para ser la primera vez… (continuará)


Foto: Gab0 Look

Texto: Dsdmona

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1 comentarios :

  1. Me tienes enganchada, es magnífica D. Ya me la estoy pasando a word para leerla del tirón, que a´si se me escapan muchas cosas :)

    Besos,

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