La casa dels cors trencats

Bernard Shaw habla de muchas cosas: de la pérdida de la inocencia de toda una sociedad que se enfrenta a la I Guerra Mundial, de los perversos mecanismos de funcionamiento de la economia capitalista... pero, sobretodo, habla de seres humanos que buscan desesperadamente encontrar un sentido a sus vidas. Para unos se trata de querer o ser queridos, para otros de hacer dinero, para unos pocos conseguirlos robando o haciendo trampa... y, para la mayoría, de enmudecer el desasosiego, de dejar pasar la vida esperando que laguna cosa fuerte, excitante, peligrosa, los haga sentir vivos de verdad.

Esto es lo que, entre otras cosas, dice el panfleto que reparten a la entrada del teatro. Una vez las luces se han apagado sobre el escenario se explica la vida de distintos personajes que han confluido, por distintos motivos, bajo el mismo techo. Personas distintas, con vidas muy diferentes que en el fondo no quieren que les rompan el corazón, aunque sea de la peor manera posible, comprando o vendiendo amor, robando cariño o simplemente fingiendo que ese amor se tiene.

Momentos cómicos, tristes, melancólicos, incluso demasiado filosóficos para una gran obra del teatro que ahora nos regalan un buen puñado de artistas, algunos más conocidos por sus apariciones televisivas y que aquí dan un gran salto de calidad, demostrando que no son meros productos de temporada.