Foto: Dsdmona (móvil)
La soledad de los números primos
Tutankhamon (y II)
Trono de Tutankhamon, original en madera recubierta de laminas de oro e incustraciones de plata, alabastro de matices rojos, vidrio y piedras preciosas. Los brazos representan serpientes aladas con la doble corona que protegen el cartucho con el nombre del faraón
Carroza de estado, original en madera estucada y dorada con incrustaciones de vidrio y piedras preciosas
Tutankhamon (I)
Alrededor de la caja de las vísceras (pulmón, hígado, intestinos y estómago) se encontraron ushebtis (figuritas destinadas a trabajar para el farón en el más allá) y una caja en cuya tapa había una representación de Anubis (señor de la necrópolis) protegiendo al difunto con su mirada. También se descubrió la inscripción del nombre de la momia:
Esta exposición que recrea mediante perfectas réplicas la tumba de Tutankhamon y su interior en el valle de los Reyes, se puede visitar en Barcelona hasta el 6 de setiembre en el Museu Marítim (más información aquí)
Corazón de tinta
La cosa más bella
Cómo comenzamos, yo no lo sé...
la historia que no tiene fín
ni como llegaste a ser la mujer
que toda la vida pedí
contigo hace falta pasión
y un toque de poesía
y sabiduría, pues yo
trabajo con fantasías
¿Recuerdas el día que te canté?
fué un súbito escalofrío...
por si no lo sabes te lo diré:
yo nunca dejé de sentirlo
contigo hace falta pasión
no debe fallar jamás
también maestría, pues yo
trabajo con el corazón
cantar al amor ya no bastará
es poco para mí
si quiero decirte que nunca habrá
¡Cosa más bella que tú!
¡Cosa más linda que tú!
única como eres
inmensa cuando quieres
gracias por existir
como comenzamos yo no lo sé
la historia que toca a su fín
¿Qué es ese misterio que no se fue?
lo llevo aquí dentro de mí...
serán los recuerdos que no
no dejan pasar la edad
serán las palabras pues yo
sabrás, mi trabajo es la voz
cantar con amor ya no bastará
es poco para mí
si quiero decirte que nunca habrá
* ¡Cosa más bella que tú!
¡Cosa más linda que tú!
única como eres
inmensa cuando quieres
gracias por existir
repeat *
gracias por existir...
cosa más bella que tu
gracias por existir...
Palladio el Arquitecto
El burdel
Libros
El corazón helado
Ésa fue la primera vez que Raquel vio sonreír a su abuelo, la primera vez que contempló su sonrisa auténtica, dos labios curvándose de pura alegría en un rostro sin sombras, sin reservas, sin miedo y sin dolor. Su abuelo sonreía como un niño pequeño, como un adolescente feliz, como un estudiante fervoroso, un soldado valiente, un fugitivo con suerte, un abogado tranquilo, un luchador resignado y un madrileño lejos de Madrid, como todos los hombres que había sido, como todos los que volvió a ser en ese instante, apenas un segundo, el tiempo suficiente para pensar que tal vez hubiera llegado el momento de firmar la paz consigo mismo (pág.95)
El verbo creer es más ancho y más estrecho que ninguno, eso aprendería, y recordaría esas palabras muchas veces, cuando pude creer y cuando quise creer, cuando descubrí qué podían, qué querían creer los demás, cuando eso importaba más que eso. Cuando lo tuve todo, cuando me quedé sin nada recordé muchas veces esas palabras, y aquella noche, cuando Raquel las pronunció, percibí su gravedad, su transcendencia, pero no las interpreté en la dirección correcta. Aunque no quisiera saberlo, ni siquiera pensarlo, ya la deseaba demasiado como para poder desvincular su pregunta de mi propio deseo (pág. 282)
No habría encontrado la manera de explicar que podría seguir mirándola toda la vida, que le haría falta una vida entera para admirar su gracia, la armonía de sus movimientos, esa belleza tranquila que era tiempo, y era paz, y era alegría, y era serenidad, y era placer, una expectativa de felicidad, la cordura, la fe y la capacidad de desear. Aquella imagen condensaba todo lo que él no tenía, todo lo que había perdido, lo que había olvidado, lo que ya no existía y sin embargo volvió a nacer en ese instante. Una muchacha se lavaba la cabeza, y una cáscara dura, seca, consciente de su propia torpeza, caía al suelo sin hacer ruido, inservible ante el poder de unos brazos desnudos, armados con su sola desnudez (pág. 603)
Comprendí del todo el significado de algunas palabras, tú, yo, sólo, nunca, antes, nada, conmigo, porque me sentí unido a esa mujer como si los dos fuéramos una sola cosa y el todo por fin un número entero, exacto, escrupulosamente igual a la suma de las partes. Amar a Raquel era tan fácil e inevitable para mí como respirar. Lo sabía mi cuerpo, lo sabían mis manos, lo sabían mis ojos. Yo también lo sabía, y me bastaba con acariciar despacio esa piel perfecta que volvía a nacer, una y otra vez, bajo la presión atenta y satisfecha de mis dedos, para estrenar todas las palabras que conocía, todas las que creaba en el preciso instante de pensarlas para lograr que el concepto antes nunca hubiera existido, como no existía el concepto después entre las cuatro esquinas de esa cama que impulsaba el movimiento del planeta (pág. 681)