Durante el mes de Noviembre se celebró en internet una curiosa iniciativa. Se trata de escribir, durante todo el mes de Noviembre, un mínimo de 50.000 palabras en forma de historia (o sea que no vale repetir 50000 veces la misma palabra o algo similar); tú escribes a tu ritmo y vas subiendo a la página web el resultado, allí computan las palabras introducidas y se suman a tu marcador personal. Además la página tiene estadísticas del ritmo que llevas, la media diaria que deberías escribir, lo que te queda para llegar a esa media y lo que te falta tanto para terminar como el número de palabras que deberías escribir cada día en caso de que lleves retraso.
Hace un par de años que conocía la iniciativa pero por un motivo u otro no había llegado a apuntarme nunca. Este año lo hice, tenía la historia en la cabeza, sabía que quería que ocurriera y como debía suceder, el número de palabras no debía ser un problema pues he escrito cosas más largas y aún así no pude conseguirlo.
¿Fracaso?
Yo no lo llamaría así, influyeron varias cosas que hicieron que no lo consiguiera. Sabido es de mi tendinitis, en fase crónica en la muñeca; después de un período de dos meses de dolor muy intenso ahora tengo un dolorcillo molesto, tipo mosca cojonera, que se agrava cuando escribo o estoy mucho tiempo ante el teclado sumado a mi actividad profesional (que como me dijo el médico es la que debo cuidar ante todo, ja).
Se me estropeó la conexión a internet durante casi una semana, eso no es excusa pues no hacía falta subir lo escrito todos los días.
Y me bloqueé al ver como se iban acumulando las palabras por escribir, como cada día subía la cifra de palabras pendientes... sí, antes había escrito un par de historias con muchas más palabras pero a mi ritmo, hoy dos páginas, mañana cuatro y pasado ninguna... nunca me había visto en la situación de tener un tiempo concreto para algo que puede estar en la mente pero sobre el papel tiene otro color y una vida, hasta propia.
Era un reto pero no el adecuado, pensaba que estaba bloqueada y sin ideas, que necesitaba ritmo y constancia y lo que he descubierto este mes de noviembre es que estoy en un momento en el que las historias largas me agobian, me aburren y me cansan (escribirlas). Estoy en un momento más de frases lapidarias, de textos cortitos o basados en alguna fotografía... y gracias a eso he descubierto que en mi cabeza siempre han bullido ideas, las ganas de transmitir, de avanzar pero en el terreno de las cosas pequeñas y quizás con el tiempo pueda terminar el proyecto que dejé a medias ese mes de noviembre y otro que lleva ahí mucho más tiempo.