Pierre Anthon deja el colegio el que descubre que la vida no tiene sentido. Se sube a un ciruelo y declama a gritos las razones por las que nada importa. Tanto desmoraliza a sus compañeros, que deciden reunir objetos esenciales con el fin de demostrarle que hay cosas que dan sentido a quienes somos. En su reto arriesgarán parte de sí mismos y descubrirán que sólo al perder algo se aprecia su valor. Pero entonces puede ser demasiado tarde.
Esta novela pasó de no ser aceptada en ninguna editorial a prohibirse en las escuelas cuando un editor se atrevió con ella y posteriormente a ser lectura recomendada en los institutos noruegos. ¿qué provoca tal vaivén? Eso fue lo que me impulso a leerlo, para conocer el porqué de este viaje tan convulso y encontré un gran texto, con grandes preguntas, aquellas que sólo pueden formularse los niños por su nivel de inocencia, por no tener todavía demasiadas barreras y compromisos sociales que obstaculicen su raciocinio.
Tenemos a un niño que un día decide que nada vale la pena y se sube a un ciruelo para gritar a todo aquel que quiera oírlo que no hay que hacer nada pues nada vale lo suficiente la pena, ni tan siquiera esa vida que utilizamos en conseguir algo que seguramente no nos hará felices. En esta novela apenas hay adultos, el peso lo llevan los compañeros de clase, que deciden que han de demostrarle que si que hay cosas que valen la pena, aquellas que son importantes para uno hacen que la vida tenga sentido, para cada persona uno distinto pero sentido al fin y al cabo; deciden construir una montaña de cosas valiosas, cada uno de ellos deberá renunciar a uno de sus bienes más preciados para el bien del experimento… ¿las conclusiones? Serían fáciles si todo hubiera salido bien pero el azar y los adultos también intervienen y terminan creando problemas.
Un buen libro, ameno, reflexivo y muy interesante.