Shug Atkins tiene trece años y vive en una casa junto a un cementerio. Su comida favorita son los huevos fritos con pan.
Su padre, que quizá no lo sea, lo mira con «esa mirada suya que me amenazaba con una muerte rápida que se hace eterna»; y, aunque es obvio que lo detesta, se sirve de él para entrar en casas de médicos y enfermos y robar barbitúricos.
Glenda, la madre, es una belleza que ha conocido mejores días y cuya sabiduría se concreta en consejos como «Shug, la gente que ha estado en la cárcel no puede ni ver a los chivatos».
Un día irrumpe en la vida de estos tres seres un hombre amable, cortés, con un coche elegante.
Despierta sueños dormidos, aviva pasiones prohibidas.
Así como "Los huesos del invierno" me dejó con la sensación de que podría haber sido mucho mejor esta novela, la segunda que leo del mismo autor me ha dejado mucha mejor sensación.
El ambiente también es rural pero algo más urbano, no hace tanto frío y el ambiente no es tan nevado como en el anterior libro. La escritura es más cálida aunque sigue siendo igual de dura que su predecesora.
Nos encontramos con Shug, un niño casi adolescente que vive con su madre y un padre intermitente que desaparece grandes temporadas para robar o vivir la vida. Trabaja en el cementerio manteniéndolo ayudando a su madre. Intenta no meterse en problemas pero eso es difícil cuando tienes un padre como el suyo, así que no tarda en ser el arma que perpetra sus robos y les consigue el botín que luego utilizarán para colocarse su padre y su compinche.
Quizás a pesar de la peligrosidad de su vida hubiese podido sobrevivir si un caballero montado en una brillante cabalgadura en forma de coche ostentoso y rico no hubiera aparecido en el camino de madre e hijo.
"La muerte del pequeño Shug" es más el relato del final de la niñez, de asumir consecuencias, de escoger opciones y crear el futuro basándose en esas circunstancias, conformarse o intentar cambiar lo que se tiene, hacerse ilusiones o vivir sin ellas, del egoísmo de las personas, de la maldad y la bondad...
Yo no lo considero una novela negra en el uso corriente de la palabra, como ya me ha pasado en otros libros la considero negra por la manera de expresar las ideas, los ambientes descritos y la magia al crear ambientes asfixiantes y con alto contenido de "enganche" con el lector que hace que no puedas despegar los ojos de sus páginas hasta saber que le espera al pequeño Shug.
No me sonaba de nada. Y por lo que cuentas, me parece que la disfrutaría mucho. Apuntada.
ResponderEliminarBesotes!!!