L'inspector


L'Inspector retrata con ironía la estupidez, la codicia y la banalidad de los oficiales y los altos cargos de las provincias rusas. Los protagonistas de la historia son un alcalde corrupto que, ante la anunciada visita de un inspector, se apresura a ocultar todas las evidencias de su pésima gestión. Pero, como es esperable en una buena comedia, la confusión de identidades provocará toda clase de líos. Si el objetivo de este montaje es ofrecer una divertida comedia de risa fácil con cierto mensaje que contente a todo tipo de público, está claro que lo consigue. Pero a los más exigentes y conocedores de la obra de Gogol puede molestarles la insistencia de Jordi Galceran en alargar situaciones, en añadir histrionismo y chiste fácil donde el texto original, lleno de sátira y mala leche, no necesita ninguna ayuda para ser contundentemente divertido. Es innegable la capacidad de risa y diversión de esta adaptación, sobre todo cuando sale en escena un inmenso Lluís Soler, el amo absoluto de la función, pero el miedo a ofrecer demasiada crudeza acaba endulzando en exceso el conjunto.

Una comedia hilarante con conversaciones y acciones que llegan al surrealismo más absoluto donde la política queda a la altura del betún demostrando que hay muchas cosas que no se ven detrás de cada pacto y cada propuesta, tanto de unos como de otros. Las triquiñuelas que estos "estafadores" han de realizar con tal de poder continuar con su poder y la vida que hasta entonces han llevado en ese apartado pueblo.

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