Una habitación de hotel en el centro de Roma es el escenario interior en el que dos mujeres jóvenes que se acaban de conocer, se internan juntas en una aventura física que les tocará el alma.
Todo transcurre en una noche y en las primeras horas de la mañana de un día del comienzo del verano de 2008, antes de que Roma lance a cada una de ellas al lugar al que pertenecen; por la tarde Alba (Elena Anaya) volará a España, y Natasha (Nathasa Yarovenko) a Rusia.
La habitación del hotel, que parece haberlas estado esperando siempre con la emoción de la Historia incrustada en sus viejas paredes, sugestiona una atmósfera cargada de erotismo y sensualidad, con una extraña fuerza que engancha sus miradas apuntando hacia lo desconocido. Nacen sentimientos nuevos que Alba y Natasha aceptan, y al mismo tiempo quitan importancia hablándose con soltura y buen humor. Un pacto natural de ligereza que propicia situaciones tan cómicas como enigmáticas, antes del ataque inesperado de un amor punzante como una flecha lanzada desde lo alto. Durante doce horas, de noche y de día, estas dos mujeres desvelarán sus vidas, primero ocultándose y protegiéndose por miedo a la atracción sin retorno, luego dejándose acompañar hacia el paisaje desconocido de la otra, habitado por sus compromisos y el amor sincero hacia sus respectivas parejas; en el caso de Alba, una mujer que tiene dos hijos; y el de Natasha, su profesor de Renacimiento con el que se va a casar la próxima semana.
Ambas girarán sobre sí mismas hasta ponerse boca arriba mirando juntas hacia otra verdad, un abismo compartido, el secreto guardado en una habitación en Roma, una sorpresa del tiempo anterior que les adelanta, un regalo del destino para que hagan con él lo que más deseen. Así nace para ellas su nueva libertad.
Mucho se ha hablado de esta película, ha generado morbo (aquí) y expectación. Yo reconozco que Medem no es uno de mis cineastas preferidos y que el motivo que me llevo al cine poco tenía que ver con que fuera él quien hubiera dirigido la cinta, quería saber como había tratado el tema, si las escenas parecían reales o eran más bien un festival de erotismo dirigido a los mismos morbosos... si para él poco importaba si eran dos mujeres, dos hombres o un hombre y una mujer quienes se encontraban en la encrucijada de pasar una noche que se presagia loca, si simplemente quería narrar un encuentro fugaz entre dos personas que se sienten atraídas.
Y salí muy satisfecha, me gustó lo que vi, la música siempre perfecta con alguna melodía que todavía hoy tarareo por mis adentros. Una escenografía muy pensada, con unos frescos o cuadros puestos a disposición de la historia que entre esas paredes se vive... unos silencios para nada incómodos, llenos de matices y palabras no dichas... unos diálogos que llevan las conversaciones mucho más allá, en el arte de la seducción, del engaño, del miedo, de la vergüenza (no a esconder nada sino a lo desconocido), el pudor desterrado después de un rato sin vestidos que escondan los cuerpos y las pieles... descubrimientos de sensaciones nuevas, gratas, locas, capaces de transformar una noche en una vida eterna, una magia que se mantiene hasta que llega un momento en el que un silencio tan hablador como los anteriores devuelve la cordura a dos actrices valientes, divertidas, vitales que llevan la locura a la credibilidad.
Es algo más que una historia sexual entre dos mujeres, es algo más que una noche loca de post borrachera, es un descubrimiento, una mentira, una verdad, una locura y una posibilidad real de amor...
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