El señor Y., asesino profesional a sueldo, recibe el encargo de acabar con la vida del escurridizo señor Blaisten. Pero para tener éxito en su misión, deberá vencer dos obstáculos importantes: su galopante hipocondría y su obsesión por los grandes escritores (hipocondríacos) de la literatura.
El señor Y. debe cumplir su último encargo como asesino profesional, pero para conseguirlo tendrá que superar un grave obstáculo: no le queda más que un día de vida. En realidad, el enigmático asesino a sueldo que responde a las iniciales M.Y. lleva años muriéndose, desde el mismo momento en que vino a este mundo. Le persiguen tantas enfermedades que cualquiera podría considerarlo un milagro médico. Ahora, por encargo de un cliente misterioso que se mantiene en la sombra, debe matar al escurridizo Eduardo Blaisten antes de que le asalte una apoplejía terminal o una úlcera gangrenosa o un empeoramiento de su Síndrome de Espasmo Profesional.
Su incomprensible mala suerte irá frustrando uno tras otro todos sus intentos de homicidio, y estableciendo una mágica conexión entre sus propias penalidades y los grandes males físicos, psicológicos e imaginarios, que torturaron a Poe, Proust, Voltaire, Tolstói, Molière, Kant y al resto de los hipocondríacos ilustres de la historia de la literatura y el pensamiento.
Una inteligente y divertidísima novela que aúna intriga, obsesión, asesinato y amor incondicional por la literatura.
Me llamó la atención su portada, de los más explícita en cuanto al tema... me encanta la novela de misterio así que no dudé en poner mis ojos sobre sus palabras.
Me ha gustado aunque reconozco que no es un libro apto para débiles de salud ni aquellos que crean tener cualquier síntoma de la enfermedad que sea, aunque ahí radica la curiosidad de la novela. Las enfermedades que sufre el protagonista son la excusa para ver a un asesino un poco chapucero que no sabemos como consigue sobrevivir de su trabajo.
Encuentro que abusa demasiado de este aspecto y se olvida un poco de lo que hace que la trama sea creíble y fluida, el motivo por el cual el señor Y debe matar a su objetivo antes de morir. El porqué se ha escogido a este objetivo entre su extensa nómina de trabajos pendientes, en el que lo lleva a saber que va a ser su último trabajo y el porqué todo sucede como sucede.
A veces delirante, otras sin pies ni cabeza, momentos surrealistas, otras bien construidas hacen de esta peculiar novela algo inclasificable. A muchos les encantará, otros no le encontrarán el sentido y mientras tanto yo me pienso si debo recomendarla o no.
Bueno, yo estoy apuntada a una lectura conjunta del libro, así que caerá este mes sí o sí.
ResponderEliminarEspero ser de las que les encante, que tiene pinta de ser divertida.
A mí me encantó, sin duda. Soy una fan rendida. No se trata de un thriller desde luego, a lo mejor ahi está el problema. Se trata de una novela inclasificable, originalisima (para todos aquellos que estan hartos de leer libros iguales) que es más parodica que otra cosa.
ResponderEliminarYo me la leeré para una lectura conjunta en la que me he apuntado. A ver, a ver...
ResponderEliminarBesos,
Todos estáis de acuerdo en que es diferente. Yo sigo con ganas de leerla.
ResponderEliminarBesos
Hoy mismo acabo de publicar mi opinión sobre este libro y coincido contigo en que he echado en falta más explicación sobre la trama en sí ¿Por qué es el señor Y asesino o por qué tiene que matar a su cliente? Son preguntas que me han dejado coja la lectura pero debo reconocer que me ha gustado y me ha parecido sumamente original!
ResponderEliminarEn poco espacio de tiempo he leído varias reseñas y en todas veo algún "pero" así que no creo que la vaya a leer. Besos!!
ResponderEliminar“El asesino hipocondriaco” me parece un relato mediocre que por desgracia desmiente las expectativas que el autor suscitó en sus anteriores libros de cuentos, especialmente en “De mecánica y alquimia”, y me sorprende la conjura mediática que se ha desatado para ensalzarlo. Novela pesadísima hasta la extenuación en la que se alternan capítulos de acción sin pies ni cabeza y de ínfima sustancia narrativa, resueltos de la manera menos graciosa y más truculenta posible (el autor exige al lector una suspensión de la incredulidad absoluta a cambio de casi nada), con otros de falsa erudición libresca y patológica de corta y pega o de simple “fusilamiento”, cuyo contenido puede rastrearse casi textualmente no ya en las biografías y obras clásicas (del pobre De Quincey no deja ni los huesos) sino en los artículos de Wikipedia y otras fuentes similares. Una alternancia concebida claramente para darle a la obra su aquél de modernidad, de intertextualidad, de mataficcionalidad y demás paleomoderneces, y de paso ahorrarle al autor la mitad del esfuerzo creativo. Por lo demás la presunta originalidad de la novela, sustentada en la parodia del género policiaco (un lugar ya común) y en la figura de un asesino zafio que no consigue consumar sus crímenes (incluido el uso de iniciales por parte del narrador protagonista y la alternancia acción-erudición), recuerda demasiado a “Retrato del asesino en prácticas” de F. López Serrano, si bien esta última parodia del género tenía una clara inspiración cervantina de la que la otra carece.
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