El cónsul sueco (Dussollier) debe entrevistarse en el hotel Meurice con Dietrich von Choltitz (Arestrup), el gobernador militar alemán de París, miembro de un linaje de militares prusianos muy disciplinados.
La misión del cónsul consiste en convencer al general para que no ejecute la orden de activar los explosivos que harían volar los principales monumentos de la capital francesa: el Louvre, Nôtre-Dame, la Torre Eiffel, etc.
Se trata de impedir que "arda París", como ha ordenado Hitler.
Conocida es mi pasión por la época de la II Guerra Mundial así que no pierdo ocasión de leer/ver todo aquello que puedo ambientado en la época.
A priori no parece una película muy comercial, actores poco conocidos, la acción prácticamente se desarrolla en su totalidad en la suite de un hotel, pocos personajes y una larga conversación... Y una vez vista diré que no es comercial, que no será un gran éxito de taquilla pero aquellos que se atrevan a entrar en la sala saldrán reconfortados, maravillados con el poder de la palabra, del arte de la dialéctica y con el convencimiento de que las cosas podrían haber ido incluso mucho peor de lo que fueron sin hombres como el que nos retrata la cinta.
Un general nazi obligado a destruir París y un embajador sueco en la capital dialogan durante casi dos horas sobre la conveniencia de dicho acto, los tiras y aflojas, los guiños de uno a otro, la calma tensa vivida, los nervios apenas atados para no desbocarse cuando el tiempo apremia, una frase que lo cambia todo, el convencimiento de sólo aceptar órdenes sin cuestionarse las consecuencias.
Una habitación, dos personajes y una larga conversación es suficiente para crear una buena película.
Esta película me apetece menos el verla porque, no hace mucho, leí el libro Arde París y vi la película correspondiente. Así que tengo toda la historia de la liberación de París, algo que me impresionó mucho, bastante reciente. Un besote.
ResponderEliminarNo me sonaba. Y creo que me gustaría, así que tendré que verla.
ResponderEliminarBesotes!!!