Todo eso que tanto nos gusta

No siempre es fácil ser padre. Tampoco es fácil ser hijo. En realidad, nada es fácil en esta vida... y ahí está la clave de la comedia. La dificultad acaba convirtiéndose en el corazón mismo del placer de vivir.

Un anciano se escapa en busca de un palacio inalcanzable, y su hijo v tras él. En su huida se encontrarán con una chica que está segura de amar, pero no de compromterse a amar para siempre; con una mujer perturbadora que vive sola con su mayordomo y su cocinera napolitanos; con una ciega que nunca quiso trabajar y acabó cultivando las rosas más bellas...

Padre e hijo comprederán que vivir puede ser apasionante si se sabe mirar a los demás, hacerse cómplice de ellos. Si se sabe no tener miedo al ridículo, al miedo mismo. Y que es, al fin y al cabo, la única oportunidad que tenemos de dar un pequeño paseo por el paraíso.

Hay libros que puedes contar el argumento y desvelar lo que nos cuentan, otros en cambio ni contando el argumento llegamos a descubrir el gran tesoro que se esconde en su interior, este es el caso. Un libro lleno de detalles, de personajes entrañables, de una vida al límite que se desmorona como un castillo de naipes hasta que descubre que el mejor lugar donde uno puede quedarse es aquel al que nunca hubieras imaginado ir...

Es imposible olvidarse de Paquita, de Tomás, de Cristina, de Lola y es que sin ellos este libro no sería este libro y sería uno muchísimo menos especial y más normal.

-Lo bueno de los libros-farfulló Marcelo- es que nos cuentan historias creíbles
en este batiburrillo que no hay quien entienda. Eso es lo bueno de los libros:
que ponen un poco de orden. Pero lo mejor que tienen es que nos regalan
recuerdos. (pág. 103)

Con la edad acabamos reconciliándonos con todo, hasta con las personas que
creíamos haber perdido. De pronto nos damos cuenta de que ya no odiamos, de
que no estamos resentidos, de que las grandes ofensas de antaño encuentran
justificación y olvido. Los agravios que antes nos alimentaban se
transforman en
una tamiza compasión por los demás, pero sobretodo por
nosotros mismos. (pág. 183-184)