El asesino dentro de mi

En Central City, una localidad petrolera al oeste de Texas, la vida era muy tranquila hasta que el sheriff adjunto, Lou Ford, a quien todos tenían por un hombre sin grandes luces, tranquilo y afable, empieza a experimentar recidivas de «la enfermedad» que le hizo cometer un crimen en su juventud. 

Desde aquel entonces, el objetivo de Lou había sido afectar normalidad y ocupar sus noches en la compañía de Amy Stanton, una chica de buena familia, como él. 

Aunque en este libro Lou cuenta de buen grado su propia historia, que culmina en un orgiástico y feroz apocalipsis de sangre, y que comienza con las muertes de Joyce Lakeland, una mujer de dudosa moral, y Elmer Conway, hijo de un magnate, además del aparente suicidio del reo Jonien Papas, confesión tácita de su culpabilidad.

Tercera novela que leo de este autor. Sigo descubriendo en sus novelas aquellas partes que me maravillaron en mi primera toma de contacto pero no logro enamorarme de ellas como lo hice de la primera, Una mujer endemoniada

Al igual que en las otras novelas, el personaje principal es mediocre, sin demasiado futuro sino hay nada que de un giro radical en su vida. Vidas anodinas que apenas se recordarán cuando la tierra haya tocado la madera del féretro.

Y ellos lo saben, y se rebelan, a su manera, de la única manera que saben, matando, quitando de en medio aquellos que les hacen sombra o simplemente molestan... Y si lo hicieran bien aún podríamos estar delante de unos vencedores pero no es así, son descuidados, torpes y escogen al peor de los objetivos y así es difícil cambiar su suerte.

Sus novelas además de describirnos todo tipo de maleantes y escoria, con todas sus bajezas, es un buen modo de conocer la vida en la America del medio oeste en la época de sheriffs y llegadas del ferrocarril, donde las distancias son casi imposibles de superar y constituyen un obstáculo en si mismo para cualquier huida.

Plantea la vida de los perdedores, les da una oportunidad y siempre la acaban fastidiando como dando a entender que las cosas son invariables y que si eres un perdedor o un cafre siempre lo serás, sin posibilidad de enmienda.

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