Juntaron sus frentes, primero con los ojos cerrados, reconociendo, recordando, reconstruyendo sensaciones, inspirando lentamente el aliento del otro, cogiendo esa parte de oxígeno que, en aquel instante, les faltaba; conscientes que en el momento en que abrieran los ojos todo sería distinto, todo habría cambiado, seguro, para siempre. A veces, ese riesgo, vale tanto la pena que se obvian las consecuencias.
Poco a poco los ojos fueron recibiendo luz, enfocando las facciones que ocupaban todo su campo visual, impregnándose de la esencia del otro, de aquello que sólo en sueños habían imaginado; todo aquello era ahora real, estaban el uno delante del otro y la necesidad de tocar, oler, saborear la realidad podía más que la prudencia; bastante habían esperado ya.
Sin separar sus frentes una mano empezó a acariciar la mejilla, un toque suave con resquemor, con timidez para, seguidamente, ser más atrevida de lo que jamás soñó. El dedo pulgar se atrevió a notar la turgencia de unos labios que apenas se habían entreabierto para luego seguir subiendo por la nariz y dibujar sobre la piel, con piel, el contorno de dos ojos que ya se perdían en sus iguales al otro lado. De ahí al beso, el primero, un solo paso, temeroso, avance y retroceso, intuyendo, probando, deleitándose, invitando… Un suave roce, uno sólo, sirve para desatar la locura tantos años contenida, un volcán en erupción al que sólo se puede calmar con más fuego, con más besos y con multitud de caricias.
Poco a poco los ojos fueron recibiendo luz, enfocando las facciones que ocupaban todo su campo visual, impregnándose de la esencia del otro, de aquello que sólo en sueños habían imaginado; todo aquello era ahora real, estaban el uno delante del otro y la necesidad de tocar, oler, saborear la realidad podía más que la prudencia; bastante habían esperado ya.
Sin separar sus frentes una mano empezó a acariciar la mejilla, un toque suave con resquemor, con timidez para, seguidamente, ser más atrevida de lo que jamás soñó. El dedo pulgar se atrevió a notar la turgencia de unos labios que apenas se habían entreabierto para luego seguir subiendo por la nariz y dibujar sobre la piel, con piel, el contorno de dos ojos que ya se perdían en sus iguales al otro lado. De ahí al beso, el primero, un solo paso, temeroso, avance y retroceso, intuyendo, probando, deleitándose, invitando… Un suave roce, uno sólo, sirve para desatar la locura tantos años contenida, un volcán en erupción al que sólo se puede calmar con más fuego, con más besos y con multitud de caricias.
Foto: Sentimiento ególatra
Texto: Dsdmona
que más se puede añadir... bello, absoluto...envidiable.
ResponderEliminarUn placer leerte.
besos
¿Te he dicho alguna vez que cada vez lo haces mejor? Y eso que cada vez el listón está más alto! Felicidades, me encanta!!!
ResponderEliminarUn beso!
Vanessa
Muy tierno, muy bello, intensamente dulce.
ResponderEliminarGracias.
Un beso,
que lindo des...
ResponderEliminarno sé que decir..
:-)
un beso
Hola, un texto muy bien escrito, me ha gustado mucho visitar tu página. Te añadiré a mi lista de blogs.
ResponderEliminarUn saludo, ¿verdad que valió la pena quedarse a la cena del viernes?