Pesadilla

La pesadilla ha terminado, tengo ya la carta en mis manos. Aquella que me comunica que mi relación con la empresa ha finalizado, que nunca volveré a entrar por esa puerta, que el jefe dejará de ser el jefe para convertirse en lo que siempre fue, un desconocido con el que nunca saldré de copas. También es más que un trozo de papel, es libertad para buscar nuevos aires, para tener la oportunidad de volver a probar que valgo para esto, que mi opción de trabajo es todavía válida y que todos estos años aquí (seis, que se dice pronto) sólo han hecho que me afirme más en mi convicción, que todo lo aquí aprendido me servirán de experiencia para nuevos retos.

No lo hubiera querido así, han sido las circunstancias las que se han confabulado para terminar... demasiadas mentiras, engaños, amagos de enmienda, demasiada mierda para seguir confiando en quién nunca se lo mereció. No sé puede tener voluntariamente a la gente en esta situación (meses sin cobrar, sin  apenas trabajo, ocho horas con los brazos cruzados) porque cuando se vuelve insostenible explota y aún hemos sido considerados, porque no sólo había una carta sino que eran 105 las que se han repartido. La mitad de los que cada día nos saludamos, más o menos cordialmente. La mayoría con los que me iría de copas tampoco estarán y sé que nos tomaremos esas copas, con más tranquilidad y riéndonos en un futuro de todo esto. 

Porque hoy (viernes) la pesadilla ha terminado, despierto y miro la carta que está sobre la mesilla para comprobar que no ha sido un sueño; el ERE (de extinción) que afecta a la mitad de la empresa en la que trabajaba (el laboratorio más grande de Europa en cuanto a muestras hace dos años) es real.